Kuala Lumpur, o simplemente KL de manera abreviada, es la capital de Malasia y tiene una población de poco menos de 2 millones de habitantes. Debo decir que personalmente no soy fan de las grandes ciudades, pero tengo que admitir que esta ciudad es fascinante, al menos en cuanto a lo que ofrece al turista. 

Bastan pocos minutos en KLCC (Kuala Lumpur City Center) para asombrarse con la modernidad y gran tecnología al servicio de sus habitantes. Sus enormes rascacielos, moderno sistema de transporte, áreas verdes, centros comerciales y anchas avenidas son el escenario perfecto para gozar de las bondades citadinas, esas que a veces uno extraña viajando por lugares rurales durante un tiempo prolongado. 

Tiene un aspecto similar a las grandes  y modernas ciudades con rascacielos. A veces da la sensación de estar en Nueva York, Shanghai o Hong Kong, pero con sus diversidad cultural a flor de piel, esa que mezcla al islám con una gran influencia china y que conviven en la ciudad más grande de todo el país. 

El ritmo de Kuala Lumpur va acorde a la modernidad y vanguardia que ofrece, es decir, rápido y acelerado. Su gente, sobre todo en los alrededores de KLCC, son oficinistas y ejecutivos vestidos de pantalón, camisa y zapatos, pegados a sus pantallas y conectados a sus airpods, desconectados del mundo real. Jamás sonriendo

En ese sentido, las personas locales en su mayoría no son particularmente amables con los turistas. De expresiones parcas y pocas palabras, el local vive su vida sin detenerse, y a mi me dio la sensación que cada uno está metido en su propia realidad sin importarle lo que pase a su alrededor. 

Por otra parte, en Kuala Lumpur se respira en cada esquina el consumismo. Las publicidades gigantes en diferentes formatos y colores y sus enormes centros comerciales con marcas de todo tipo y de todo el mundo, son prueba de ello. La clientela tampoco sonríe, solo los vendedores lo hacen estratégicamente como un gancho de venta.  

Si hay algo que me fascinó de Kuala Lumpur (y de Malasia en general), es su rica gastronomía, esa que nace de la misma mezcla cultural que antes te mencioné. Asimismo, las miles de actividades para todos los gustos y edades también es algo que merece la pena destacar de KL. 

En resumen, me encantó la ciudad y la oferta de actividades que tiene para ofrecer al turismo, pero su gente no es muy simpática que digamos. No podría ni loca vivir aquí, pero como turista está perfecto. Si vienes a Malasia merece la pena su visita, y te recomiendo quedarte al menos 2 noches.