La capital de Chile es por lejos la ciudad más grande del país y donde habitan 2 de cada 5 chilenos. Su enormidad la hace ser una ciudad de contrastes entre el Chile con recursos en el que parecieras estar en un país súper desarrollado, la que se enfrenta con la otra cara, esa que te recuerda que estás en Latinoamérica y a veces te muestra su lado más crudo. 

Santiago tiene de todo para todos los gustos, es capaz de entretener a grandes y chicos por igual, con una enormidad de panoramas de todo tipo. La mejor cara de Santiago es una mezcla entre la modernidad y lo colonial de manera perfecta, una ciudad dinámica y vibrante en la que es capaz de sorprenderte en cada esquina. 

A lo anterior, hay que agregarle un entorno natural en el que sobresale la majestuosa e imponente Cordillera de los Andes. En invierno se puede ver nevada y la vista después de un día de lluvia es algo realmente espectacular. 

La invitación es a recorrer sus barrios, desde los más céntricos con el legado colonial como Santiago Centro y Providencia, como también los más lujosos y modernos como Las Condes y Vitacura, ya que Santiago hace años que dejó de ser sólo un lugar de parada para ir a la Patagonia o el desierto de Chile, y se transformó en un destino turístico por sí mismo. 

Los alrededores de la ciudad también son sitios que merecen la pena conocer. A menos de una hora y media está el fascinante Valparaíso y Viña del Mar, los famosos centros de ski con vistas a la ciudad, una cantidad enorme de viñas que da fama mundial a los vinos chilenos y el tranquilo cajón del Maipo, una escapada a la tranquilidad después del ajetreo y vertiginoso ritmo santiaguino. 

Una cocina privilegiada con gastronomía de todos lados del mundo, maravillosos parques, una agitada movida nocturna y una rica oferta cultural es parte de las muchas cosas que encontrarás en un Santiago que se mueve muy rápido y pareciera no detenerse. Por todo esto, te recomiendo quedarte en la ciudad al menos 2 noches.